Caminaste con la alegría que tanto te representaba, el
sonido de tus risas eran capaces de iluminar la habitación, o al menos mi
habitación más oscura.
Siempre tenías ese aire fresco, eras segura y determinada,
divertida pero dura, eras mi persona favorita en el mundo.
Me siento inútil al escribir todo en un diario, como si
milagrosamente tú lo leyeras y te enamoraras de mí, mientras es más imposible
que ver nevar en verano. Eres mi verano.
Cada hoja se llena de mis días, de mis sentimientos y de mis
deseos. Mis impulsos diarios, mis miedos pero también de mis alegrías.
He aprendido a mirarte y guardar silencio. No soy capaz de
mirarte a los ojos, mucho menos de hablarte. Me vuelvo loca con tan sólo pensar
en acercarme.
Siempre que me ves me dedicas una sonrisa, pero no es el
tipo de alegría que quiero causarte. Quiero ser capaz de abrazarte y decirte lo
mucho que me importas.
A veces siento que me conoces más de lo que yo a mí misma, y
no lo dudaría, eres más lista de lo que creía.
Sabes que te quiero, y que siempre pienso en ti. Creí que te
alejarías, que te olvidarías de mí, pero no fue así. Volviste a sostenerme y a
alentarme. De nuevo escribo acerca de ti.
Mi diario se llena de palabras inútiles, sentimientos
reprimidos que sólo pueden ser demostradas ocultándolas. Nadie puede leerlo,
jamás. Ni me atrevo a hacerlo.
Te doy las gracias por ser como eres, por soportarme tal
cual soy y por ayudar a descubrir lo que jamás fui capaz. No me correspondes,
pero yo no te dejo de amar.
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